Ayer tocó despedida del curso de chino, y como no, nos fuimos a cenar comida típica para ver si nos proporcionaba un poquito más de sabiduría asiática.
Me pensé unas cuantas veces si ir o no, porque los alumnos de mi clase de mañana no se habían apuntado. Tan sólo Juan, un profe de portugués todo-terreno, que, la verdad, anima la noche a un muerto. Además, de los más ruidosos del grupo, aunque yo tampoco me quedo corta. Nuestra laoshi ( profesora) dice que ninguno de los dos nos caracterizamos por nuestra sigilosidad durante sus explicaciones.
Me pensé unas cuantas veces si ir o no, porque los alumnos de mi clase de mañana no se habían apuntado. Tan sólo Juan, un profe de portugués todo-terreno, que, la verdad, anima la noche a un muerto. Además, de los más ruidosos del grupo, aunque yo tampoco me quedo corta. Nuestra laoshi ( profesora) dice que ninguno de los dos nos caracterizamos por nuestra sigilosidad durante sus explicaciones.
Pues bien, pensé que el miedo escénico duraría los primeros cinco minutos de contacto con gente nueva y no me equivoqué.
Fue una noche divertidísima de charla y bailoteo ( de lo que tenía ya muchas ganas) y también, en cierto sentido, una manera de darme cuenta de que no hay que cerrar puertas ni poner barreras a un rato agradable con desconocidos ya que, quién sabe, si próximamente pueden convertirse en amigos o simplemente en alguien interesante con el que pasar un rato agradable.
Hen hao!
Miriam laoshi y Miriam. ¡Qué casualidad!
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