Ayer recordé que aborrecía la programación televisiva por más de un motivo.
Las series son todas iguales, y eso no es lo peor. Lo peor es que los guionistas carecen de imaginación absolutamente y se empeñan en seguirnos vendiendo la moto del final feliz.
Ni tetas, ni paraíso...¿ Pero de qué estamos hablando?
¿Una prostituta que ejerce por amor?¿ Un instituto de adolescentes pedorros que juegan a ser mayores?
No sé. Gilipollez tras gilipollez me doy cuenta de lo bien que se está leyendo cualquier cosilla o hablando con Marián antes de irme a dormir. Por lo menos ,me cuenta algo del trabajo, que, aunque parezca mentira, es más interesante.
Porque, ciertamente, cualquier conversación es mucho más productiva que, que te sigan abrasando el cerebro con que lo perfecto existe, con que es muy fácil vivir putada tras putada y con que las puñeteras princesas existen.
Ese es el amargo problema de nuestra sociedad.
Nacemos mujeres y nos sorben el seso para que anhelemos los cuentos de princesas.
No más princesas. Ni más sapos. Ni más ranas, ya bastantes me salieron en vez de los enanos.
No más princesas ,en nuestra educación, tenemos derecho a elegir si queremos aspirar a princesas que nunca seremos o la mujer de hierro que observa la realidad y lucha por sí misma y por aprender a amar las cosas que la rodean.
No más princesas. Please.
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