El martes fue un día terrible. Decidí ponerme unos zapatos
rojos monísimos que me regaló mi madre para darme un punto de alegría y me
parece que no fue la decisión más sabia que he hecho en los últimos días.
Llevaba dando clase una hora y pico con un par de chicas de
Ciencias de la Comunicación, que menos mal que eran espabiladas, porque a veces
le dan ganas a uno de suicidarse cuando ha repetido lo mismo con estrategias A,
B y C y se da cuenta de que se tiene que inventar una D.
En fin, que allá que salió el tacón de mi zapato disparado
por los aires, y, os podéis imaginar, yo con un sofocón impresionante porque
tenía que llegar al centro lingüístico a pie y dar otras 3 horas allí con otro
grupo.
Resolución del problema: me bajo a conserjería a buscar a Primo
(un conserje muy enrollado que siempre me echa una cable con las cosas que me
hacen falta). Me dicen que se ha ido ya.
Busco pegamento, grapas, no se me ocurre mucho más…
¡Los obreros! Están haciendo obras en la facultad, bajo por
las escaleras cojeando con mi zapato rojo en la mano. Me los encuentro:
-Por favor, soy la profe de español y tengo un problema con
mi zapato, ¿me podéis salvar? Tengo que empezar otra clase dentro de 10
minutos.
Me miran partiéndose de la risa y yo pienso: “tierra
trágame”.
Finalmente, cogen la Black and Decker y le meten un par de
clavos a mi zapato (me avisan de que se estropeará pero… ¡no puedo ir descalza
por las calles de Macerata!
Llego al centro lingüístico contentísima, parece que todo ha
ido bien…
Me han cambiado de laboratorio y no funciona nada. Las
claves no entran, el audio no suena, el técnico se cabrea porque no he venido
antes…
Por supuesto, no entiende que es el único que se la rasca el 50% de las
horas de su “super” trabajo. Cobra más que yo, eso sin duda, para permitirse el
lujo de decirme lo que le sale de las narices.
Mis nuevos alumnos me ponen a prueba. Yo sudo y sudo y sigo
sudando. Cuando consigo comenzar la clase estoy nerviosísima, ¿Por
qué me pasa de todo hoy? No puedo más. Me gustaría echar a correr cuesta abajo
y tomar el primer tren.
Sonrío, pienso en cómo crear el momento de empatía y… ¡allá
vamos!
¡Nadie dijo que fuera fácil! ¡Pero coño!, ¿todo junto?
A veces pienso que nací un día en que confluyeron de forma muy
especial los astros.
¿Tendrán algo que ver los mayas?
Una vez más sobrevivo…
1 comentario:
¡Todo un poema!
¡Esa es mi niña!
Que no se diga que no encuentra solución a las adversidades.
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