En mi corazón nace una rama de eucalipto
que busca el agua en el subsuelo de un nuevo
territorio.
Rodeada de animales que la acechan,
de hienas dispuestas a desgarrar
los sentimientos de un árbol que intenta
florecer en la distancia.
El perfume de sus hojas no cesa nunca.
No se rinde a la indiferencia
de miradas vacías,
aunque a veces cae
en la desesperanza.
Echa de menos el musgo que protegía
su
delicada piel
del frío eterno.
Cuando sus raíces se mojan
su pasión florece.
Irradia felicidad
y la
inmortal fuerza
de hacer su volundad:
desear como sus
ancestros eucaliptos
el bien del mundo.