miércoles, 11 de enero de 2012

Señales "sin humo"


Dejar de fumar es uno de los propósitos más comunes del año nuevo. Humo…
A veces no hay humo y vemos señales ¿O a veces no hay señales y nosotros vemos humo?
Pues sí, la comunicación no verbal representa un porcentaje muy alto en determinados contextos. A veces más de lo que nos imaginamos.
A menudo decimos A y nuestro interlocutor  podría entender B o incluso C + D dependiendo de su estado de ánimo, su personalidad o incluso su grado de confianza y afecto por el hablante.
Está claro que comunicar un mensaje no es una tarea fácil ¡Qué se lo digan a las abejas! Quizás lo más difícil sea adaptarse a la situación y al interlocutor.
¿Por qué con algunas personas sentimos que podemos hablar tranquilamente, sin tensiones y con otras debemos medir nuestras palabras?
¿Por qué se producen los malentendidos?
El caso es que la espontaneidad del acto lingüístico es lo que hace que nos dejemos llevar por la expresión natural de nuestros pensamientos y sentimientos aunque en ocasiones, también sepamos individuar momentos en los que no podemos decir lo primero que se nos pasa por la cabeza…
¿Qué hay de misterioso entonces en “las señales”?
¿Tiene que ver algo la “química” entre las personas?
¿Es nuestro cerebro que va más rápido que las palabras?
Desde mi punto de vista el “quid” de la cuestión es nuestro “decodificador personal”.
Hay personas exageradamente comunicativas que pueden trasmitir pena y alegría con el solo brillo de sus ojos.
Otras con las que puedes hablar durante horas y no poder ni siquiera intuir cómo se sienten en ese momento.
Otras  cuya suma claridad se interpreta como demasiada agresividad.
“Señales”. Creedme, si existiera un manual para interpretarlas de manera científica, ninguno seguiría encendiéndose un cigarrillo a la vuelta de la esquina.

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