Somos de barro:
seres vulnerables.
Nuestra
naturaleza pasa a ser humana, en su humanidad, a veces, inhumana, débil,
detestable.
Con el barro y
la arcilla podemos fabricar cosas maravillosas, jamás soñadas. Fabricamos
formas impensables, para bebernos la esencia de la vida.
El barro, como
otros elementos es susceptible al paso del tiempo, de los años. Lo cocemos en
el horno con la esperanza de que nuestras expectativas duren eternemente
pero...nada es eterno, al menos en la vida material. La eternidad concreta
tampoco sería perfecta, viviríamos en una experiencia interminable que nos
haría aborrecer nuestra existencia. Eso sí, algo puede durar más de 100 años.
Por eso la sensación de eternidad, ya que la vida humana es limitada, nos puede
parecer infinita.
Las cosas duran
el tiempo que la humanidad es capaz de retenerlas en su memoria y en su retina.
Es decir, morir para las personas, testimonios de nuestra presencia en la
historia, en el espacio, es morir a la vida que podemos cuantificar mediante los momentos compartidos.
Toda esta teoría
... para llegar al amor.
Somos de barro.
Nos derretimos ante la presencia de nuevos sentimientos. Evaluamos egoístamente
la cantidad de amor que somos capaces de dar y recibir y... nos cambiamos.
La sustitución
es dolorosa, otra muestra más de que
nada es eterno.
El verdadero
amor nunca muere, se desgasta, como se desgasta una botijo con el uso y el paso
de los años. Decide buscar nuevas emociones en nuevas formas, nuevos contenidos
y contenedores.
Todo esto unido
a la influencia de los astros, la luna llena y la teoría de los destinos que se
entrelazan, nos lleva a pensar que nuestro amor es también de barro, como
nosotros. Se transforma.
Nuestro amor
nace del mundo de las ideas, de la fascinación y el grado de la perfección
inicial comunicado por la persona amada. La habilidad está aquí en saber que
esa percepción es momentánea. Realmente lo importante es mezclar pasión y
comunicación.
La pasión sin
comunicación hará que el botijo se rompa tanto como la comunicación en usencia
de pasión.
Obvio que no se harán presentes ambas partes simultáneamente,
al menos siempre, pero cuando pecamos de exceso en uno de ambos elementos, así
como cuando los olvidamos, el botijo se rompe.
Una vez roto el
barro, las soluciones son pocas. El amor
se escapa y se encarna en otra persona.
Podemos mojar la
pieza y pensar que sus componentes se unirán como al principio, mas nunca
será así.
Un sentimiento
puro nace una vez en la vida, después se vicia y corrompe por la influencia de
factores externos.
Como el amor viaja
por el aire, el intercambio es rápido y continuo. No es, obligatoriamente,
negativo.
Si perdemos el
nuestro, nos dolerá un tiempo pero encontraremos la forma de descubrir otro
nuevo y emocionante porque...somos de barro.