domingo, 3 de noviembre de 2013

El amor: teoría de mutación en los cuerpos.


Somos de barro: seres vulnerables.
Nuestra naturaleza pasa a ser humana, en su humanidad, a veces, inhumana, débil, detestable.
Con el barro y la arcilla podemos fabricar cosas maravillosas, jamás soñadas. Fabricamos formas impensables, para bebernos la esencia de la vida.
El barro, como otros elementos es susceptible al paso del tiempo, de los años. Lo cocemos en el horno con la esperanza de que nuestras expectativas duren eternemente pero...nada es eterno, al menos en la vida material. La eternidad concreta tampoco sería perfecta, viviríamos en una experiencia interminable que nos haría aborrecer nuestra existencia. Eso sí, algo puede durar más de 100 años. Por eso la sensación de eternidad, ya que la vida humana es limitada, nos puede parecer infinita.
Las cosas duran el tiempo que la humanidad es capaz de retenerlas en su memoria y en su retina. Es decir, morir para las personas, testimonios de nuestra presencia en la historia, en el espacio, es morir a la vida que podemos cuantificar  mediante los momentos compartidos.
Toda esta teoría ... para llegar al amor.
Somos de barro. Nos derretimos ante la presencia de nuevos sentimientos. Evaluamos egoístamente la cantidad de amor que somos capaces de dar y recibir y... nos cambiamos.
La sustitución es dolorosa,  otra muestra más de que nada es eterno.
El verdadero amor nunca muere, se desgasta, como se desgasta una botijo con el uso y el paso de los años. Decide buscar nuevas emociones en nuevas formas, nuevos contenidos y contenedores.
Todo esto unido a la influencia de los astros, la luna llena y la teoría de los destinos que se entrelazan, nos lleva a pensar que nuestro amor es también de barro, como nosotros. Se transforma.
Nuestro amor nace del mundo de las ideas, de la fascinación y el grado de la perfección inicial comunicado por la persona amada. La habilidad está aquí en saber que esa percepción es momentánea. Realmente lo importante es mezclar pasión y comunicación.
La pasión sin comunicación hará que el botijo se rompa tanto como la comunicación en usencia de pasión.
Obvio  que no se harán presentes ambas partes simultáneamente, al menos siempre, pero cuando pecamos de exceso en uno de ambos elementos, así como cuando los olvidamos, el botijo se rompe.
Una vez roto el barro, las  soluciones son pocas. El amor se escapa y se encarna en otra persona.
Podemos mojar la pieza y pensar que  sus componentes se unirán como al principio, mas nunca será así.
Un sentimiento puro nace una vez en la vida, después se vicia y corrompe por la influencia de factores externos.
Como el amor viaja por el aire, el intercambio es rápido y continuo. No es, obligatoriamente, negativo.
Si perdemos el nuestro, nos dolerá un tiempo pero encontraremos la forma de descubrir otro nuevo y emocionante porque...somos de barro.

1 comentario:

Giuseppe dijo...

Somos un lìquido que cada vez coge la misma forma de su contenedor, pero nunca cambia su composiciòn quimica.
Es decir, a parte del alma, nada se crea ni nada destruye sino que todo se transforma.
Afortunadamente somos liquidos, perdòn almas!