Mi abuela decía que "siempre
hay un roto para un descosido", pues qué razón tenía.
En plenas fiestas navideñas,
entre gambas y burbujas llega una reflexión tardía. Y es que no se puede estar
tantos meses sin mortadela. Así no es
vida...
Como expliqué en su día, puede
que algunos de los lectores no hayan entendido su significado y estén con su
idea hipotética de "carne de grasas saturadas" o de
"desperdicios que nadie
quiere". Es demasiado esnob, ¿no creéis? La mortadela es precisamente "lo
que tú quieras". ¿Quién se puede permitir el lujo de juzgar "lo que
nadie quiere"? Pues siempre hay alguien que quiere a otro. La estadística
no miente.
Últimamente hablando con mis
amigos y amigas solteros, sin compromiso, esos queridos amigos cuya
racionalidad se eleva a la enésima potencia y en el fondo son los más
románticos que he conocido... me he dado cuenta de que el problema de la
mortadela es que no es capaz de adaptarse al espacio-tiempo. Es decir, no se
encuentra en el lugar adecuado a la hora adecuada para poder crear el bocadillo
propicio. Y digo propicio, sí, porque "lo perfecto" no existe y no
quiero acabar por otros derroteros.
No quiero acabar mezclando
"las churras con las merinas", ya que tenemos a ese pobre animal en
el horno para esta noche, en la que la única
intención es la de pasar una noche "buena" en compañía de los demás y
dejar a un lado las cosas negativas.
En fin, que nos hacemos
perezosos, nos cuesta salir de nuestra caverna, donde la luz de la antorcha es
cálida. Se está a gustito. De ahí que el
gran Platón viera por todas partes sombras y creara sus maravillosas teorías.
Que en realidad, creo yo, lo que le hubiera gustado de verdad, sería haberse
comprado un par de jarrones minimalistas y un quemador de esencias por cuatro
duros en el IKEA... El caso es que aquí fuera hay, al menos, alerta naranja y
esta noche se ha caído el limonero del jardín, el preferido de mi abuela. Hablando
de sombras, donde ella se cobijaba. Suerte que en casa, hay almas cándidas que
entienden lo que es importante para todos nosotros y ya vuelve a estar en pie
de guerra en su sitio. De guerra de sentimientos, de agua que cae a raudales,
de miguitas de pan para los pájaros que vuelan cerca del olivo del abuelo...
Me pregunto ¿qué hemos aprendido
en este puñetero 2013? Somos Premio Nobel de la lucha contra la desesperanza,
cazadores de sentimientos encontrados,
vencedores de quimeras, atrapasueños...alerta naranja.
Un día metes un pie en el
Atlántico y se te congela. Claro que tu reto es entrar, zambullirte y nadar
entre las olas... naranja... el ámbar que te dice "decide tú" en los
semáforos", que te dice "haz lo que tú quieras", la mortadela.
Cuántas veces no vemos a los que
tenemos enfrente de nosotros. Cuántos besos perdidos. Cuántos besos de alerta
naranja, cuántas meriendas de mortadela.
Cuántas canicas y chinitos de la
suerte. Alerta naranja...
Vivir hoy, decir "sí". No hay mal que por bien
no venga: la mortadela.
2 comentarios:
Yo creo que he pasado demasiado tiempo comiendo jamón y lomo ibericos, que me he olvidado de lo que sentí cuando disfruté de la mortadela por primera vez.
Muy bien dichooo!!!
Saludos!!
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