martes, 9 de marzo de 2010

El chacachá del tren

Voy en el tren organizando mis cosas, mis pensamientos de toda la semana...
He empezado a trabajar en la universidad. En una facultad perdida en medio de la nada. Como diría algún amigo andaluz, donde Cristo perdió la zapatilla.
El tren llega casi siempre tarde. Bienvenido a Italia.
Me siento en mi asiento, en uno de los compartimentos que se caen casi a pedazos.
Una chica ha ocupado mi puesto con la jaula de su gato. Me empieza a contar su vida. Viene del norte y va a Bari a visitar a su madre. Acaban de echarla de su último trabajo...
En la siguiente estación suben una señora de unos cincuenta años y un chico que tiene más o menos mi edad.
La señora y la chica del gato entablan conversación.
La señora empieza a hablar mal de los inmigrantes: que roban el trabajo a los italianos, son todos unos delincuentes y que hay que hacer como en Estados Unidos donde, según ella, no dejan quedarse ni para trabajar.
Comienza a hablar de su hija que está haciendo un Master allí. Claro, como no, es la más maravillosa del mundo. Una madre es una madre.
Luego, cambia de argumento y empieza a darle consejos a la chica del gato de lo que tiene que hacer con su vida y , entre tanto, lanza algunos cuchillos con sutileza sobre que los jóvenes son unos cómodos y no quieren salir fuera de sus ciudades a buscar trabajo...
En fin, la escucho de fondo. Cierro los ojos para intentar adormentarme un rato. A cada gilipollez que dice se me encienden más los nervios. Empiezo incluso a sentir ganas de agarrala del pescuezo y darle un par de meneos.
Cuando abro los ojos, el chico, que está sentado enfrente de mi, arquea sus cejas, dándome la razón. Sé que él piensa lo mismo que yo. Va estudiando unos apuntes de Derecho del Trabajo. Yo miro mi esquema para la lección.
Lo peor son los comentarios que la señora sabionda intercala entre opinión y opinión. Yo no soy racista pero...En mis tiempos era todo más fácil pero...
No puedo más...
Gius llama a mi móvil, respondo en español.
Observo a la señora que empieza a cambiar de color...
Claro, creo que no esperaba encontrarse en el mismo compartimento con un pedazo de escoria como yo.
El chico se sorprende al escucharme. Pone la mano sobre su boca sorprendido.
La chica del gato sigue contando su vida sin enterarse...
Tengo ganas de levantarme y decirle a la indeseable que se vaya a tomar por el...
Cojo mi equipo de música audio ( que por cierto, pesa un montón), mi mochila que va siempre llena de cosas, la miro con desprecio y salgo por la puerta.
Pregunto a una chica minúscula que está en el pasillo del tren si la próxima parada del tren es Termoli. Ella reconoce mi acento español y me sonríe. Sí. Por fin , he llegado. Ahora debo entretenerme otra horita y media más. Veamos que se me ocurre...

2 comentarios:

mami dijo...

Conociendote, me hubiera gustado ver por un agujerito la carita que irías poniendo.
Besitos

soñi dijo...

Eres un crack!!!! Te quiero un besito.