sábado, 13 de marzo de 2010

O tren que me leva pasiño a pasiño...

Después de otro día trabajando a dos regiones de distancia de casa uno regresa agotado pero con una sonrisa en los labios, en este caso porque es viernes y por mis nuevas compañeras de vagón de este viaje.
La ida a Termoli ha sido un verdadero espectáculo. Esta vez, tres mujeres, todas de edades diferentes .
La más joven de todas era marroquí. Tendría unos 31 años y  debo decir que su dominio de la lengua era bastante aceptable (siempre comparándolo con el mío que después de un año no es para nada bueno).
En fin, que estaba contándole a la chica sentada frente a ella que iba a trabajar a una fiesta a Puglia, donde iban famosillos de la tele-basura. Luego nos contó que había tenido un bar pero que era demasiado trabajo para lo que se ganaba. Yo desde el principio pensé que se dedicaba a la prostitución. Me culpaba a mí misma porque pensaba que era todo causado por mis prejuicios e imaginación pero más tarde descubrí que no, cuando nos empezó a hablar de que una vez un hombre le había regalado una maleta llena de vibradores y cuando recibió un par de llamadas confirmando su número de habitación y el número de chicas que llegaban, a parte de sus múltiples comentarios sobre el hombre que frecuentaba más y su hija que no la soportaba. En fin, la chica que estaba sentada frente a ella y la señora de 50 años ya lo sabían porque el Intercity viene desde Venecia ( lo cual supone un mínimo de 5 horas hasta mi parada en San Benedetto del Tronto) y habían tenido tiempo para intercambiar impresiones.
En este caso, la señora de 50 años era la más educada. Intentó ser agradable durante todo el viaje.
Cuando entré en el vagón y me acomodé me introdujeron en su conversación como si me conociesen de toda la vida.
La otra chica, pequeñita y con muchas pecas tenía 38 años  e iba a visitar a su novio a Termoli, al que había conocido en la discoteca.
Estaba muy nerviosa y emocionada y esto ayudó a que la marroquí le tomase el pelo con bastante gracia pero sin ofender.
La señora de 50 rápidamente se interesó por mí. Obviamente, cada vez que abro la boca, todo el mundo sabe que soy española por mi acento. Supongo que tenía curiosidad cuando llegué. Al fin y al cabo, era la nueva en el vagón.
Le dije que iba a enseñar y casi no se lo creían. Pensaban que era bastante más joven de lo que soy, lo que siempre me pone contenta.
Cuando les expliqué la cantidad de horas que tenía que pasar en el tren para ir a trabajar se sorprendieron bastante.
Yo les decía " pasiño a pasiño". Y así es la vida...pasiño a pasiño.
La señora no tardó en bajarse y se despidió amablemente.
La marroquí ayudó a la chica de las pecas a maquillarse antes de bajar e hizo un par de bromas que me provocaron infinitas carcajadas.
En la parada de Termoli, la chica de las pecas y yo nos despedimos de ella con efusividad y bajamos del tren.
Fuera en la estación, la chica de las pecas me dedicó una sonrisa inocente, nos dimos la mano y nos deseamos un buen día.
Por suerte, esta semana tenía al conserje que me ayuda en la facultad.
La clase estuvo entretenida y el regreso se desarrolló con normalidad.
O tren que me leva pasiño a pasiño...

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