lunes, 26 de noviembre de 2007

El matrimonio fiscal y mi vida en el limbo


Hoy he presenciado la primera conversación interesante de esta semana. Suerte que ha sido el lunes. Estas cosas no suceden muy a menudo. Eso es porque estaba hablando con mi primo Dani y su socio, Carlos.
Ellos montaron, hace ya 5 años ( parece que fue ayer), una empresa de interiorismo que evoluciona bastante bien. Son personas trabajadoras y carismáticas,por lo que creo que cosecharán éxitos a medida que pasen los años.
Ya en la sobremesa, y hablando del cacho de pastel que se lleva la hacienda pública de los esfuerzos ajenos, Carlos hizo un comentario que yo considero bastante acertado. Dijo que tendría que pensar en casarse para beneficiarse un poco de una declaración de la renta conjunta.
Y yo me planteé. ¿ Qué es el matrimonio sino beneficiarse de lo que pueda aportarle a uno la otra persona?¿ Aportarle o rebajarle? En cierto modo, siempre he pensado que el amor es un acto egoísta. Es egoísmo emocional: yo te quiero porque tú me quieres, y quizás si no me quisieras, yo no te querría .( aunque, desgraciadamente, no en todos los casos sea así).
Pues bien, el matrimonio, no es una palabra que signifique mucho para mí. Es un papel donde se escriben dos firmas y ¡basta!.
En otros casos, es una ceremonia hipócrita ante un Dios imaginario del que nadie se acuerda cuando tararea el "que se besen".
Probablemente, penséis que mi opinión no es válida ya que, según el punto de vista de alguna gente, soy una persona que vive en el limbo.
Vivo en el limbo porque no recibí el bautismo cuando era bebé, ni nadie me llamó a formar parte de esa comunidad cristiana que profesa la bondad y que ha generado decenas de guerras santas en el mundo.
Soy la encargada de la puerta del limbo. De vez en cuando echo unos leños al fuego para que no se apaguen las llamas.
Todavía no he elegido mi religión porque la fe es un acto que debe salir de uno mismo, no contagiarse de la gilipollez de los demás.
El que me dejaran la libertad de decidir en lo que quería creer el resto de mi vida me hace estar cada día más agradecida a mis progenitores. ¿ Por qué marcarme como a un animal desde pequeña?.
No por esto creo yo que sea peor persona que el resto.
Al contrario, creo que poseo más principios éticos que los que presumen de ser "buenos católicos".
El matrimonio fiscal es una gran idea. Nada es para siempre pero, mientras tanto, a nadie le amarga un dulce, ni que le dejen de tomar un poco el pelo.
¿ Qué creéis?

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