miércoles, 1 de abril de 2009

Nubes en Barcelona

He llegado a Barcelona. Tras cabecear en el avión junto a una pareja de parlanchines incansables cuyo destino es el concierto de AC DC que no me han dejado pegar ojo.
Pobres, no saben qué día tan largo me espera.
Con casi siete horas por delante me asomo un poco a la calle para tomar “ el frescow”.
Barcelona. A veces he pasado por aquí. Nunca me quedo.
La última visita fue durante un puente aéreo infernal, sudando a chorros y con un montón de sobrepeso de equipaje.
Nubes en Barcelona. Gente arrastrando maletas por todas partes.
Me dirijo al mostrador de información para saber si, por lo menos, estoy en la terminal correcta para mi próximo vuelo.
Un chico sudamericano reconoce mi acento gallego y me dice “gran gente, los gallegos”.
Le doy las gracias. Me apunta los mostradores de check-in y las puertas de embarque provisionales advirtiéndome de que los cambios son algo habitual.
Paseo con el carrito. Me siento.
Realmente no tengo ni idea de cómo me voy a entretener durante todo este tiempo de espera.
Dónde quedaron los trasbordos en Londres con maletas voluminosas y compañera de viaje, a veces sí, otras más sola que la una.
Esto no es Barajas. Hay un orden que se intuye por cada rincón del aeropuerto.
Una organización velada que no deja a los pasajeros entrar en pánico frente a la adversidad.
Observo.
Nubes en Barcelona.
No siento nervios ni cualquier otro tipo de sensación de desequilibrio o inquietud que pueda perturbar mi día.
Sólo tengo esperanzas y curiosidad sobre cómo va a ser mañana.
Le he dado un beso esta mañana a María antes de marcharme. Sé que no ha podido dormir bien. En el fondo, y no tanto, nuestras vidas son una y nos entendemos.
Intento recordar el pasado no tan pasado. Hace un año, por estas fechas.
No siento nada.
Me he dedicado en Santiago a borrar los mensajes inservibles de mi móvil. Delete.
Si por algún casual pudiera haber visto alguno que pudiera causarme un daño colateral, lo borro.
Me doy cuenta de la cantidad de gente con ganas de manipular la verdad que hay suelta en este mundo.
Sigo disculpando la casualidad.
No acepto la premeditación y la alevosía de los que viven de las vidas de los demás y sufren por las cosas positivas que a uno le puedan pasar.
Ignoro a los que se alegran de la tristeza ajena.
Siento que es una enfermedad. Algo que produce un agujero interno que carcome a la persona y deja en la superficie, la corteza de una fruta que está marchita por dentro.
Es entonces cuando aprendo que cuerpo y mente pueden estar unidos o profundamente separados.
Lo más importante, regenerar la mente cada cierto tiempo.
Limpiarla de excrementos.
La gente pasa, gente que pudimos conocer y no conocimos.
Gente que conocimos porque la teníamos que conocer.
Pasan de un lado otro y cuando confluyen los astros: se quedan.

2 comentarios:

Soñi dijo...

Mi niña! Cuanto ha pasado en tan poco tiempo, pero todo esto te hará apreciar con gran intensidad lo bueno que estás a punto de vivir. Ya te echo de menos, vuelve pronto con mi ahijado. Me alegro que hayas decidido "delete".
muuuuuaaaaaakkkkk

carlos dijo...

Hi, it's a very great blog.
I could tell how much efforts you've taken on it.
Keep doing!